No hay mejor manera de enamorarse de un perfume que olerlo en otra persona u otro lugar. En uno mismo no funciona, el olfato se acostumbra enseguida. Historias que lo demuestran las tengo a patadas: el novio de una compañera de facultad que estaba tan obsesionado con el perfume que ella llevaba que se lo compró para él (lo aplicaba en la almohada o lo utilizaba como ambientador), la conocida que perfumaba sus peluches y su casa entera con una carísima fragancia; o yo misma, obsesionada con un aroma de una caja de Laconicum que finalmente identifiqué y compré para luego comprobar que olía mejor en la caja que en mí misma. No es el perfume entonces, somos nosotros.